Primer espisodio. "fumar es malo, no fumar, peor"

En un remoto lugar, común y nada remarcable, hace mucho, mucho tiempo, vivía un hidalgo caballero, más bien un pícaro. Era un caballero pequeño y podría decirse que mediocre, aunque eso resultaba superlativo, pues en aquella época todos eran grandes caballeros de grandes gestas. Si bien el no era alguien increíble si lo era toda su persona, lo que hacía que su región de origen fuera harta conocida. Montando un caballo rápido como el viento blandiendo una lanza que ningún escudo podría jamás detener y sosteniendo un escudo que ninguna lanza podría atravesar se dirigía mas deprisa que el viento a cualquier discordia. ¿Su nombre? Según los estudiosos es lo más difícil de conocer, no hay ningún trazo de su nombre se conocen todas sus grandes trifulcas, todas sus pequeñas hazañas, pero... Su nombre... no hay nada más fácil, su nombre era, es y será Contradicción.

Dejadme que os cuente una de sus hazañas, ya que deseáis oírla, cuentan las buenas lenguas, y las malas también, que nuestro ilustre caballero cabalgaba por un prado. Allí encontró a un ermitaño rodeado de gente. Cuentan que el hombre estaba sonriente y increíblemente feliz. El caballero e acercó a el y le preguntó el por qué. El otro le contesto y le dijo:

“Por que llevo cuatro días sin fumar.”.

El ermitaño esperaba una felicitación pero no obtuvo ninguna, en cambio Contradicción se le quedo mirando, sorprendido. Lo cual fue interpretado por el ermitaño como una muestra de asombro. Nada más lejos de la verdad, el caballero dijo: “¿Es realmente eso admirable?”. “Pues claro,” contesto el otro, “significa que e podido contenerme durante esos cuatro días, es una acción admirable.”

En tal caso... “Yo llevo 7900 días sin fumar, toda mi vida, ¿soy casi 2000 veces más admirable que tú?”.

“Pero... eso no es nada admirable, tu nunca empezaste a fumar” dijo el ermitaño, fumador en pausa.

“Cierto, yo nunca cedí a esa tentación, siempre me contuve, tu que nunca te contuviste eres más admirable” dijo Contradicción al montar en su corcel y desaparecer como las sombras al mediodía.