sábado, 8 de septiembre de 2007

Tercer episodio "De como cazar y vivir tras el intento"


Estaban recostados el caballero y su escudero, manteniendo una conversación tribal cuando se percataron de que anochecía, pronto seria noche cerrada y aun habían de decidir que hacer. El escudero azorado le dijo.

“Mi señor, sabéis que mi único objetivo es proporcionaros fama y fortuna para obtener yo fama y fortuna, quisiera saber pues como esperáis obtener esas cosas.”

“La verdad,” comenzó a decir Sir Contradicción “no estoy muy interesado en esas cosas, mi meta es hacer un mundo mejor, del mundo que me rodea, para vivir mejor en el.”

El escudero extrañado de que su señor fuera tan extrañamente extraño se compadeció un poco de el, pues quien podría desear tales cosas existiendo el dinero y la fama... pobre pobrecito. Se decidió a intentarlo de todos modos.

“Veréis, yo que soy muy docto en esto de caballerías, tengo un largo currículo a mis espaldas, el Quijote, el Curial e Guelfa, Tirant lo Blanc, toda la novela Artúrica habida y por haber, así como alguna saga nórdica. Os hago saber que todo caballero que se precie a si mismo tiene dama, para dedicarla todas sus gestas.”

Sir Contradicción se ruborizó, ¿una dama?, ¿qué demonios quería ese pilluelo? La verdad... la verdad sea dicha, el no tenia dama en esos momentos, bueno... ni dama ni medio para conseguirla. El escudero debió entreverlo en su mirada ya que le dijo que le siguiera. Se dirigieron a uno de esos garitos oscuros y cochambrosos donde se ejercía la tortura por medio de ruidos estridentes.

En ese momento se acercaron una manada de risueñas hienas, el escudero se dispuso a proteger a su amo de las bestias apartándolo de su vista, pero las carroñeras habían fijado su presa. Se abalanzaron hacia el enfundadas en ajustados trapos, que mostraban más que tapaban y pintadas para la guerra. Pronto dos de ellas lidiaron un combate mortal con el escudero, parecían desesperadas por hincarle los dientes, pero cuando fue él el que atacó ellas se retiraron profiriendo risitas. Se juntaron con el resto, y les lanzaron miradas gachas, como si fueran su próxima comida y rieron un poco mas.

Sir Contradicción se hastió, cogió a su lacayo por el gaznate y se dirigió a la salida, zafándose de la marabunta de hienas que le pedían fuego para cocinarle y poderle comer mejor. Una vez fuera dijo.

“Aquí no hay ninguna dama, será mejor que dejemos lo de la dama para otra ocasión”

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